LA XUNTA TIENDE UNA MANO A LOS GITANOS DESPUES DE TIRAR SUS CASAS.

Las cinco familias desalojadas de viviendas en precario y chabolas negocian con Vivenda
La fundación que apoya al colectivo señala que el diálogo debió ser la vía desde el principio
La Xunta inició ayer el diálogo con las cinco familias gitanas desalojadas por el Plan de Actuación Urbanística de Navia, después de que las viviendas y chabolas que ocupaban desde hacía 21 años fueran derribadas el lunes por la mañana, tras recibir el ultimátum de las autoridades el pasado viernes para que abandonaran el lugar.
La Fundación Secretariado Gitano ha expresado su solidaridad con las familias Conchado Jiménez y se han congratulado que la Xunta haya manifestado su voluntad de paliar la situación creada por la vía del diálogo «que debió ser la vía empleada desde el principio para encontrar soluciones a una situación que se prolonga demasiado en el tiempo». La fundación ha mostrado también su gratitud con el Concello por el apoyo que presta a la fundación a la hora de desarrollar programas especí­ficos para las familias gitanas de Vigo, donde residen unos mil miembros de esta etnia, según datos de la fundación.
La solución, en días
Esta organización apela a las responsabilidades compartidas de las administraciones para llegar a una solución. En este sentido señalan que un compromiso común de las distintas administraciones servirá para proponer una solución «en cuestión de pocos días».
Una de las mayores dificultades consiste en encontrar un alojamiento donde quepan los 33 miembros de las cinco familias afectadas. No se quieren separar.
Durmiendo en las furgonetas
Las viejas furgonetas Mercedes han sido su refugio durante la noche. Tienen cara de cansancio. Elena Conchado Jiménez, una de las 33 personas de etnia gitana desalojadas por las obras del polígono de Navia, asegura que han pasado la noche en las furgonetas y en colchones junto al fuego. Menos mal que no ha llovido, tercia Lucía Blanco, trabajadora de la Fundación del secretariado Gitano. mientras le tienden un café negro.
«No nos hemos podido lavar. ¿Qué pasaría si entrásemos en los pisos a lavarnos?», se pregunta Elena.
Los desalojados están enfadados con la autoridad judicial que instó su desahucio. «Estaría bien que le hiciesen a ellos lo que ellos nos han hecho a nosotros, que les echase de sus casas y que tuviesen que salir a la calle con sus familias». Elena Conchado pide que «no sean miserables y tengan conciencia de los pobres».
Su hermano ha venido a verla. Va elegantemente vestido tocado con un sombrero. Al lado de las vetustas furgonetas han aparcado un Audi 100 con tocados similares.
Los familiares dicen que tendrían que darles una casa porque no están acostumbrados a un piso. «No estamos en condiciones de exigir», les acalla, con suavidad, Lucía Blanco. Esta trabajadora social ha pasado la noche con los desalojados y se ha entrevistado con el delegado de Vivenda. Otros compañeros de ella se reunieron con la directora xeral, Encarna Otero. En ambos casos han visto buena predisposición.
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